sábado, 29 de agosto de 2009

El despertar

Yo no estoy sólo no. Aquí a mi lado hay un arbol, a mi derecha una lámpara, frente a mi varios libros. No no estoy sólo.

No estoy loco, no. Dos por dos cuatro cuando es de día. Dos por dos siete y me llevo tres cuando es de noche. No, no estoy loco.

Mi nombre es el es. No tengo nombre y tengo todos los nombres. Resido en Murcia, en París, en Nueva York y en Tokio a la misma vez. Estamos en el año 225, en el 2005 y en el 5000 a. C. No, no estoy loco. Aunque soy un lunático. Sí, lo soy. Vi el primer nacimiento. Vi a dios durante un instante. Cara a cara con dios. ¿Quién puede permanecer cara a cara con dios? No tengo nombre y poseo todos los rostros. Nunca moriré. Salí de este mundo y nadie puede atraparme. Os invito a seguirme. Mis huellas están escritas en el camino. Si lo desean sigan mi camino. Si pueden acompáñenme en mi periplo. No me busquen porque nunca me encontrarán. No hay nada ni nadie que encontrar.

Dejé en el camino tantas cosas. Lo dejé todo. Perdí mi documento de identidad y con él mi nombre. ¿Cuántos años tengo? Demasiados. Han transcurrido muchos años desde que nací por primera vez.

Aún lo recuerdo, si. Recuerdo mi primer nacimiento como un descenso a la tierra. La caída libre de un deseo posado sobre un objeto. El estallido del nombre. La palabra del superhombre es más fuerte que el metal pero la palabra del gran hombre es más fuerte que la propia muerte y quien es más fuerte que la propia muerte todo lo puede. No soy libre. Poseo la libertad. Y nosotros que hemos experimentado la gran muerte, reclamamos el reino de los reinos, la libertad. Soy quien soy, alguien. Soy la luna, un tigre, un mosquito, una galaxia, un arbol, un pez fuera del océano, un rey, un vagabundo del universo, un alado, el primer hijo, el gran hombre, un estallido del deseo sin objeto. Soy quien trascenderá la muerte. Soy la llave que abre la puerta al reino de la libertad. Soy lo trascendente, lo noúmeno, la esencia, la idea, el es, el verbo, el predicado, soy quien soy, alguien.

De lo aprendido.
Algo aprendí pero nada me enseñaron. Aprendí a leer, escribir, hablar y a amar. Aprendí a trabajar, a vivir, a morir, a caminar, a olvidar, ...

Repartiré dádivas para que los académicos sean más sabios y para que los ricos sean más ricos. Descendí a los abismos y recorrí senderos de espinas.

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