miércoles, 10 de marzo de 2010

HACIENDO CAMINO

A los que creéis que el trabajo es lo más importante, incluso más importante que la familia, os diré que lo verdaderamente importante es la libertad, ser y seguir siendo hasta el final de los días. Y ser es crecer y madurar, ser es ser hombre. Y la palabra de un hombre es más fuerte que la propia muerte. Veo que dios nos ha dado muchas personas pero muy pocos hombres, muy muy pocos. La mayoría, la inmensa mayoría de vosotros os moriréis sin saber lo que, en verdad, es un hombre. Yo propongo al hombre verdadero.

Le echáis la culpa a dios de vuestras miserias o desgracias, o al destino, o a vuestra mujer, o a vuestro jefe, pero sabed que uno posee las riendas de su vida. No existe el destino. Uno se forja su propio destino paso a paso, día a día, año tras año. Y si sucede la enfermedad o el sufrimiento o la muerte de un ser querido o la propia muerte, depende también de vuestra actitud o aceptación hacia las circunstancias de seguir llevando el timón de vuestra vida. Allá los que sigan culpando a dios o al sistema capitalista o a su jefe o a sus padres o a todo el mundo recordando lo que dijo aquel filósofo que nada sabía de la divinidad y se atrevió a decir que el infierno es el otro. Hay libros que no deben ser leídos, no cualquier libro te permite crecer. Han de ser metódicamente selectivos con sus lecturas y con sus amigos. La libertad ha de ser conquistada por uno mismo. Han de darse cuenta de ello porque hasta que no se den cuenta no podrán cambiar. Sean conscientes, vivan conscientes y no como autómatas. Despierten de una vez para siempre. La vida es breve y disponen de poco tiempo para ser el verdadero hombre. Y así podemos entre todos crear un mundo mejor y legar este mundo a las futuras generaciones. Cuando seáis el verdadero hombre nunca más viviréis igual, nunca más amaréis igual, nunca más escribiréis igual, nunca más trabajaréis igual, nunca más soñaréis igual, nunca más volveréis a ser quien una vez fuisteis.

La teología para los teólogos que estudian a dios pero nada saben del Ser. Poseen conocimientos, pero en esos conocimientos se distancian años luz sin saberlo, son inconscientes de su ignorancia. Los conceptos no transforman, lo que realmente transforma es la experiencia. El concepto del amor no transforma pero cuando uno se enamora cambia por completo, ¿comprenden ahora lo que quiero decir? Han de esforzarse por comprender, han de poner algo de ustedes, han de apostar, han de jugárselo todo. Sólo quien es capaz de jugárselo todo, es capaz de merecerlo todo.
¿Hasta dónde son capaces de jugársela? ¿Hasta dónde son capaces de apostar? Ustedes no lo saben pero es el miedo el que os tiene bloqueado y ese miedo os impide apostar y crecer y, por lo tanto, ser, ser el hombre verdadero. Y la Iglesia, en tanto Institución jerárquica para los pecadores, para los que yerran en el tiro y dan fuera de la diana, para los pecadores y moralistas. Un consejo os doy: alejaros de todo moralista pues ellos son los que pueden perjudicaros hasta el límite de que pueden distraerles de su verdadero camino. Los moralistas no son hombres y ellos, en lo más profundo de su ser lo saben. Los moralistas carecen de alma, como los obispos y cardenales, e incluso el Papa. Algunos de ellos tienen el alma manchada, yo puedo verlos y ver su intento de dominar a la masa, de poseerla, de manipularla en beneficio propio. Os infunden miedo para manipularos y salen en los medios de comunicación anunciando que no existe el infierno. Nunca existió y ellos siempre lo supieron, pero si lo hubieran dicho antes, ¿cómo manipular? Esos falsos religiosos no conocen la esencia de la religión, son políticos disfrazados de religiosos, apartaos de ellos por el bien de vuestras almas y de vuestros hijos. La verdadera religión no conoce poder alguno ni falta que le hace, no quiere manipular ni poseer. La verdadera religión sólo desea que el hombre sea y que sepa quien es en verdad. La verdadera religión no permite que se la institucionalice, porque sí y así ha de ser.

El cuerpo es el templo del Ser, de Dios. No es necesario acudir a iglesia alguna y escuchar sermones vacios de significación, palabras huecas, palabras que suenan a tradición y a superstición. Dios está en todas partes. Todo el mundo no es más que la manifestación de dios y se manifestó porque sí. Sobran todos los por qués al respecto. Tanta grandeza es inalcanzable a la inteligencia tan limitada del ser humano. Dios está en un niño, en un árbol, en las casualidades, en las volutas de un cigarro que ascienden hasta desaparecer en la nada, en una estantería de libros, etc. Dios está en todas partes y no sólo en las iglesias. El verdadero paraíso habita en nuestro interior, en lo más profundo de nuestro ser. Atrévanse a mirar en el abismo de su interior. Abranse el pecho, desnúdense y verán lo que hay que ver, un abismo vertiginoso y una luz cegadora que ilumina el mundo entero. Ya está bien de engaños y de dejarse engañar. Sean héroes por una vez en sus vidas y séanlo por ustedes y por sus hijos y porque sí.

La palabra de hombre verdadero puede más que la muerte, más que la palabra de un guerrero o un samurái. Y han de caer en la cuenta que la palabra de un samurái puede más que el metal pero la del hombre verdadero aún puede más, más que la muerte. Ante un hombre de verdad incluso un tigre se arrodilla. Muchos de vosotros merecéis la muerte, demasiados. Debería desenvainar la espada y decapitaros para elevaros a lo más alto. Tal vez, algún día lo haga y cuando lo haga será por vuestro bien y por el bien de la humanidad.

Habláis continuamente de dios y decís, dios es esto, dios es lo otro, dios es aquello. ¿Y qué sabéis vosotros de dios que nada habéis experimentado? Tan sólo por leer cuatro libros pensáis que sabéis algo de dios. No sabéis nada de nada, sois unos ignorantes, vivís en la ignorancia más profunda y no lo sabéis, por eso es ignorancia, pero la ignorancia no exime de responsabilidad alguna. Sois responsables de cuanto os acontece, de vuestras vidas, de vuestros actos, de vuestras sucias y huecas palabras. En un principio fue el verbo y dios se bastaba a sí mismo y después, sin un porqué, se manifestó y todo cuanto vemos no es sino la manifestación de la divinidad. Incluso en el mal habita dios. ¿Quién puede comprender tan grande paradoja? Vosotros seguro que no. Poseéis una religión tan infantil pensando que dios es una persona que debería mataros a todos. He conocido a personas doctas que poseen una religión de lo más infantil y estúpida. Y vosotros sois algunos de esas personas tan doctas y cultas. Pero no se trata de ser culto, sino de experimentar lo sagrado. Y cuando se experimenta lo sagrado desaparecen todas las creencias acerca de dios. Uno sabe con total certeza que dios existe. Y lo que muere no es dios como afirmaba aquel filósofo cuyo nombre no quiero recordar, sino lo que muere es el hombre y aún así tampoco muere. El cuerpo es tan sólo un traje. Al morir nos despojamos de ese traje, pero lo invisible, lo infinito que nos habita jamás muere. Yo no trato de convenceros de nada porque no hay nada de qué convencer. Esto no son dogmas, ni filosofía alguna. Sólo os animo a que experimentéis por vosotros mismos. Ese es el camino, el camino de la experimentación. Animo. Atreveos, andad el camino. Se muy bien que este camino no es para cualquiera, no lo es. Es para gente valiente e inteligente. ¿Cuántos de vosotros os consideráis valientes e inteligentes? ¿Todos? Yo os responderé. Ni un uno por ciento recorrerá el camino. Muchos ni se atreverán a recorrerlo, otros abandonarán al primer intento, otros abandonarán a la mitad del camino, otros lo abandonarán a la menor duda que les asalte pero muy pocos, una inmensa minoría, llegará a la cima y desde la cima contemplará el paraíso que habita en su interior. Decidme, ¿merece la pena?. Por hoy es suficiente.

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