Un pueblo sin poesía no es un pueblo sino una barbarie. Sin poesía nunca habría llegado tan lejos. Gracias a la experiencia de la poesía alcancé la cima de la montaña sagrada. Llegué a ser lo uno diferente en sí mismo. Hice del sujeto un predicado.
Aquí no hablamos del destino sino que lo forjamos.
¿Cuándo escapará el hombre de sus cadenas, de sus pensamientos? Sabed que el lenguaje ha muerto. El lenguaje no es el mundo que habitamos. No. El lenguaje es la gran metáfora y nada más. Vuestro dios es vuestro lenguaje, vuestro ego. Cuando habláis en nombre de dios es vuestro orgullo quien habla.
Deseamos la infinitud, saber de nosotros y del todo. ¿Deseamos cuanto podemos? Verdad es que nada puede crecer tanto ni hundirse tan profundamente como el hombre.
Mire a donde mire siempre encuentro enterrado un niño o una mujer.
Intentamos encontrar la puerta para salir de nuestra prisión, nuestro cuerpo. Ignoráis vuestra edad, vuestro nombre, de donde venís y adonde vais. Somos vehículos del tiempo. Prisioneros de un cuerpo. Prisioneros del tiempo. Ahora soy quien siempre fui. Lo eterno.
¿Cómo puede ser sagrado lo que nos separa?
Sólo nos separamos para estar más unidos.
¿Quién puede separar a los que mueren?
Algunos hombres creen haber nacido solo para pecar y después redimir los pecados con palabras enturbiadas por el llanto.
El niño ha de conquistar no solo lo que la humanidad ha conquistado sino llegar a ser humanidad.
Aún no estáis preparados para soportar tanta grandeza.
Acudir a la iglesia es acudir al demonio. El demonio nos envía hombres de poca fe, los obispos de las catacumbas; a los cardenales, empresarios de la fe y al Papa, el único hombre sobre la faz de la tierra sin alma, y por lo tanto, sin edad.
Dios, apoderado del cuerpo de los clérigos y el demonio, apoderado de sus almas y ahí en medio, en tierra de nadie están ellos, los mensajeros de una fe efímera y plúmbea. Y es que los clérigos son simulacros bastantes más vertiginosos y absurdos que los rostros pintados de las supuestas divinidades. Son esbozos perfectamente ambiguos, ya que hablan, hacen gestos, agitan sus manos, piden dinero, manipulan objetos, vociferan desde el púlpito, se engalanan con ropas y objetos inusuales, surgen de la nada como semáforos en rojo e ignoran que lo extraordinario es dejar de existir para convertirse en ser.
sábado, 6 de febrero de 2010
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