No lo es, dijo uno de entre la multitud, aún no es suficiente. Responda y sea lo más sincero posible: ¿cómo va a habitar dios en el mal? Eso es una locura, usted está loco, chiflado. ¿De dónde proviene usted?
Vengo de todas partes y de ninguna en particular. Atienda, le dije, este es el mejor de los mundos posibles, ¿comprende?
No, respondió, ladeando bruscamente la cabeza. Este mundo no es mas que un mero absurdo, pura casualidad, nada más. La vida es un absurdo y hemos sido despojados a esta jungla donde el otro es el infierno. Ni tan siquiera nos tenemos el uno al otro.
Este mundo es un mundo dual, añadí, está el día y la noche, el bien y el mal, lo masculino y lo femenino; vivimos en un mundo de opuestos y todo procede del Origen. Antes del Origen no existía ni el día ni la noche, ni lo masculino ni lo femenino, ni usted ni yo. Usted cree que todo es casualidad, azar, pero no es así. Sepa bien que el azar no existe, nada es casualidad. Dios es una ley poderosa y amorosa que todo gobierna, gobierna el todo y sus partes y todas las combinaciones infinitas posibles. Incluso este encuentro entre ustedes y yo no es azar, sino destino y misterio. Destino significa que tal hecho había de suceder y con misterio quiero decir que todos estos hechos están más allá de nuestra comprensión. Todo proviene del gozo, se mantiene en el gozo y al gozo regresa, todo, absolutamente todo, el universo y lo humano. Estamos aquí, en este mundo, para crecer, madurar y dar el fruto de la semilla que llevamos dentro como un árbol da también su propio fruto. Florecer es nuestro trabajo y meta, por eso estamos aquí, para florecer y experimentar la dicha, el gozo del Ser, de Dios. Usted es el propósito de la existencia, es lo más grande que la existencia ha creado, la propia existencia tomando consciencia de sí misma. Lo que le sucede a usted es que busca fuera lo que tendría que buscar dentro. Mire dentro de sí mismo, en lo más profundo de sí y para ello se necesita mucha valentía y encontrará lo que otros ya encontraron. Yo hace mucho tiempo –continué- también opinaba como usted. Era un existencia, un nihilista para quien la vida no tenía sentido alguno hasta que profundizando en mi interior experimenté lo sagrado y una vez que eso sucede todas las creencias desaparecen para dejar lugar al saber. Ya no tengo fe, ni creencia alguna, se de dios y de su existencia. Le recuerdo que los conceptos no transforman sino la experiencia. Le animo a experimentar, a mirar en el abismo de su ser y, tal vez, algún día todas sus dudas también se extinguirán y dejará de sentirse tan angustiado y desgraciado porque aunque usted no me lo diga yo se muy bien que en lo profundo de usted se siente un ser desgraciado rodeado de un absurdo asfixiante. Me siento, dijo, como todo el mundo. ¿Por qué hay tanto sufrimiento en este mundo? Millones de niños mueren de hambre cada año y otros tantos en guerras absurdas. ¿Qué necesidad hay de tanto sufrimiento? La humanidad crece muy lentamente, le dije. El único responsable del mundo es el propio hombre, existe el hambre y las guerras por el hombre. Algún día, cuando el hombre haya madurado lo suficiente ningún ser humano morirá de hambre y se habrán extinguido todas las guerras sobre la faz de la tierra pero el hombre necesita tiempo para crecer lo mismo que una planta también necesita su debido tiempo. No es una ley que yo me invente, es una ley de la naturaleza, ¿comprende?
Aquel hombre comenzó a agitar todo su cuerpo como si fueran a darle convulsiones; sus ojos encendidos y clavados en mi pecho odiaban todo mi ser. Yo se muy bien que deseaba mi inmediata muerte. De repente, abandonó el lugar y caminó apresuradamente calle abajo hasta desaparecer entre la muchedumbre.
lunes, 12 de abril de 2010
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