Entré en un remoto pueblo que se extendía a lo largo del camino y me dirigí a la Iglesia. Hace más de cien años pasó por aquí Zaratrusta –dije- predicando el superhombre. Yo vengo a predicar el gran hombre. El gran hombre es la evolución del superhombre.
¿qué es el gran hombre? –preguntó uno de entre la multitud-
¿qué eres tu? –respondí-
No lo se. Un hombre normal, creo –añadió-
Eres un hombre, pero puedes llegar a convertirte en un gran hombre. El gran hombre por ser no existe. El camino es la no búsqueda, el no encuentro. Nada tengo para enseñaros. Vengo con las manos vacías. Sin rostro y sin nombre. Ese es mi gran tesoro, la no posesión, el no aferramiento. Nunca más moriré y aunque me mataras no podrías hacerlo porque no hay nada ni nadie a quien matar.
Estoy sufriendo la suerte de Tántalo, que recibió de los dioses más de lo que podía digerir. Padecer el reino de los reinos, el reino de la libertad. El “Es” es mi destino.
Ser el todo, el universo, es la vida, ese es el cielo del hombre, un estado del alma.
Los hombres no me soportan porque no soportan tanta grandeza. Soy el gran hombre, soy quien soy, un ser inmortal que nunca más volverá a nacer ni a morir. Ni soy.
Olvidar el todo, esta es la sagrada cumbre de la montaña. Las aguas transparentes del río sagrado donde el hombre deviene otra vez niño. Ser el universo donde el lenguaje desaparece y la muerte solo es un juego en lo imposible de la reunión.
Vuestras escuelas y universidades y vuestra ciencia que todo lo promete y nada otorga es la causa de mi desengaño y la reina del abismo, donde lo bueno se opone a lo malo y el hombre a la naturaleza.
Anclados en el lenguaje y en vuestra razón, permanecéis aislados del mundo, expulsados del edén.
Ayudar a los demás a crecer es la misión y tarea del gran hombre. Cuando un hombre ayuda a los demás a crecer tiene algo de divino. He subido a la montaña sagrada. Me he bañado en el río sagrado. He comido del fruto prohibido y ningún dios se atrevió a expulsarme del edén. Vi a dios, cara a cara, un instante vertiginoso.
Para este salvaje hombre no hay patria posible.
Busqué la verdad en los libros, en escuelas y universidades, en académicos envidiosos y recelosos de que alguien fuera más grande que ellos. En los niños, en la naturaleza, en la música, en la pintura, en la poesía, en la insensatez; sin percatarme de que la verdad habita en la punta de la nariz. Recorrí senderos de espinas flanqueados por dragones y mazmorras. Vi a hombres huir como lobos ante el estruendo del rayo cuando atisbaron algo de la verdad.
Fuisteis a la escuela para aprender y allí os alejasteis de vuestra verdadera naturaleza. Yo os muestro el camino de vuelta desde la escuela a vuestra verdadera naturaleza. Nada os enseñaré. Nada hay que aprender sino olvidarlo todo. Habéis alcanzado el punto más alto de la montaña y pese a haber entrado en el camino aún no sois el gran hombre. Avanza un pasa más y te convertirás en el mundo entero de las diez direcciones.
martes, 19 de enero de 2010
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